Los animales domésticos, como las vacas, los cerdos y las ratas de laboratorio no existirían si no fuera porque los hemos criado en primer lugar para nuestros propósitos. Entonces, ¿no es cierto que somos libres de tratarlos como nuestros recursos?
No. El hecho de que en cierto sentido somos responsables de la existencia de un ser no nos da derecho a tratar ese ser como nuestro recurso. Si eso fuese así, entonces podríamos tratar a nuestros hijos como recursos. Después de todo, no existirían si no fuera por nuestras acciones, desde la decisión de concebir hasta la decisión de no abortar. Y a pesar de que se nos concede cierta discreción sobre cómo tratamos a nuestros hijos, existen límites: no podemos tratarlos como hacemos con los animales. No podemos esclavizarlos, venderlos para prostitución o vender sus órganos. No podemos matarlos. De hecho, es una norma cultural que criar a un niño crea obligaciones morales al padre y a la madre de cuidar de su hijo/a y no explotarla/o.
Cabe señalar que una de las supuestas justificaciones para la esclavitud humana en los Estados Unidos fue que muchas de las personas que fueron esclavizadas no habrían existido en primer lugar si no hubiera sido por la institución de la esclavitud. Los esclavos originales que fueron traídos a los Estados Unidos fueron forzados a procrear y sus hijos fueron considerados propiedad. Aunque tal argumento nos parece absurdo ahora, demuestra que no podemos asumir la legitimidad de la institución de la propiedad -de seres humanos o animales- y luego preguntar si es aceptable tratar la propiedad como propiedad. La respuesta está predeterminada. En lugar de eso, primero debemos preguntarnos si la institución de la propiedad animal (o humana) puede estar moralmente justificada.
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