Nosotros dos somos activistas por los derechos de los animales no humanos. Esto no significa que pensemos que los animales deben tener los mismos derechos que los humanos: no tendría sentido pretender que los animales tengan derecho a conducir o a votar —a pesar de que podríamos tener un mejor liderazgo político si pudieran hacerlo.
En realidad, cuando hablamos de derechos de los animales nos referimos a un derecho en particular: el derecho a no ser propiedad. ¿Por qué es esto tan importante?
Todos tenemos intereses —situaciones que preferimos, deseamos o queremos. Hay dos maneras de proteger estos intereses. La primera es protegerlos sólo hasta donde hacerlo produzca consecuencias deseables. La segunda es protegerlos a pesar de esas consideraciones—como derechos.
El interés de una persona en vivir es protegido por un derecho; los otros deben respetar ese interés en continuar viviendo incluso si matarla pudiera proporcionar un beneficio a la gente. Por tanto, incluso si tus órganos pudieran ser usados para salvar las vidas de científicos, inventores o artistas que morirían sin un trasplante de órganos, tu interés en no ser usado como donante forzado de órganos sería protegido porque tienes derecho a la vida.
A pesar de que mucha gente discrepa acerca de cuáles derechos deben tener los seres humanos, todos estamos de acuerdo en que todos deben tener el derecho a no ser esclavos. ¿Por qué? Porque si una persona es esclava entonces no se considera que sea alguien que importe moralmente —en otras palabras, no se considera que sea una persona. Un esclavo es una cosa que sólo tiene valor económico, el cual es determinado por su propietario. Si un ser humano va a ser tenido en cuenta a nivel moral entonces debe tener el derecho de no ser propiedad. Si no posee este derecho, entonces será usado como un recurso en tanto que otras personas crean que obtendrán un beneficio al hacerlo.
La sociedad extiende el derecho de no ser propiedad a todos los seres humanos independientemente de su inteligencia, belleza, fuerza o cualquier otra característica. No importa si una persona es un genio o tiene una discapacidad cognitiva. Nadie debe ser tratado como propiedad de otro. La esclavitud todavía existe, pero nadie la defiende.
Mantenemos que el mismo razonamiento se aplica a los animales no humanos. Si los animales importan moralmente, y no son simples cosas, entonces no pueden ser tratados como propiedad ya que al ser propiedad no tienen valor moral intrínseco. Su único valor es el que es acordado por sus propietarios. La única razón por la que denegamos este derecho a los no-humanos es porque ellos no son humanos. Pero eso no es diferente de usar cualquier otra característica moralmente irrelevante como la raza o el sexo para justificar la esclavitud o cualquier otro fallo en acordar una igual consideración sobre otros.
La única característica que los animales deben tener para importar moralmente es la sintiencia. No es necesario que tengan mentes similares a los humanos. Si son sintientes, tienen intereses, incluyendo el interés en continuar viviendo y no sufrir dolor o angustia. Esto es todo lo necesario.
Si reconocemos que los animales importan moralmente estamos obligados a reconocer que todos los seres sintientes no humanos tienen el derecho moral de no ser propiedad. Esto requiere que paremos de utilizar a los animales como recursos. En otras palabras, estamos moralmente obligados a dejar de comer, usar como vestimenta, o utilizar a los animales de cualquier otra manera.
Esta posición podría sonar radical y, en el sentido de que la posición de derechos requiere la abolición de toda explotación institucionalizada, lo es. Pero en tanto que la mayoría de la gente ya cree que es erróneo infligir sufrimiento innecesario a los animales sólo sería una extensión de convicciones establecidas y compartidas ampliamente. Si el principio del sufrimiento innecesario significa algo más que evitar el daño gratuito, debe incluir toda clase de sufrimiento o muerte impuesta por motivos de placer, diversión o conveniencia. Pero ésos son los únicos motivos que sostienen casi todos los usos de animales actuales—usos que, en su mayor parte, son claramente frívolos.
Por ejemplo, nuestro uso numéricamente mayor de animales es para comida. Matamos a 60 mil millones de animales terrestres y un billón de animales acuáticos cada año. Dejando a un lado la posible situación en la que alguien pudiera morir de hambre si no come productos de origen animal, todo ese sufrimiento y muerte es completamente innecesario. No hay compulsión. Todos podemos estar sanos —incluso más sanos— si sólo comemos vegetales.
Más aún, la ganadería causa un terrible daño medioambiental que está amenazando la propia supervivencia humana. Y podríamos alimentar a más humanos si consumimos los vegetales directamente que alimentando con vegetales a los animales que luego serán consumidos.
Si paramos de explotar animales para comida, vestimenta, deporte y entretenimiento, estaríamos cerca del objetivo que es defendido por los defensores de los derechos de los animales. Así que la posición de los derechos animales no es especialmente radical respecto de aquello que ya asumimos.
El único uso de animales que no es claramente frívolo se refiere al de encontrar la cura de enfermedades humanas. Existe una considerable disputa acerca de si este uso es realmente necesario para dicho propósito, pero supongamos por un momento que sin el uso de animales no pudiéramos descubrir información importante que sería médicamente beneficiosa.
¿Por qué creemos que el uso de animales en este contexto es aceptable? La respuesta estándar es que los no humanos, a diferencia de los humanos, no son racionales, o que no poseen el valor moral de los humanos, por lo que, a diferencia de los humanos, pueden ser sacrificados para lograr alguna clase de beneficio para la sociedad. Pero nunca aceptaríamos que los humanos que no son racionales, o que no son considerados cognitivamente “normales”, tienen un menor valor moral, y pueden por tanto ser sacrificados en beneficio de los humanos normales.
De hecho, protegemos a la gente de ser usada como recursos de otros incluso si dicho uso supusiera un beneficio para la sociedad, porque reconocemos que tienen un derecho inalienable a no ser utilizados. Rechazar el reconocimiento de este derecho a los no humanos cuando la única diferencia es la especie es un ejemplo de especismo que la posición de derechos rechaza.
Si el derecho a no ser usado como propiedad fuera reconocido y respetado, esto requeriría la abolición de todo uso institucionalizado de animales. Esto significaría el final de toda domesticación, pero no conllevaría la desaparición de los conflictos entre humanos y no humanos.
Habría animales no domesticados viviendo lejos de los humanos en bosques y junglas, así como aquellos que viven cerca de nosotros como son las ardillas, conejos, ratas, pájaros y otras muchas criaturas. Todavía necesitaríamos un criterio para regir nuestras interacciones con estas criaturas, pero si no continuásemos implicados en la explotación de los no humanos domesticados resultaría mucho más fácil desarrollar un criterio sólido para esas otras situaciones.
¿Tenemos que reconocer el derecho de los animales a no ser propiedad? ¿No podríamos simplemente mejorar la protección de los animales al mismo tiempo que continúan siendo propiedad de los seres humanos? En teoría, claro, podríamos mejorar el trato hacia los animales, pero existen poderosos intereses económicos que presionan en contra de llevarlo a la práctica. Cuesta dinero proteger los intereses de los animales y cuanto más protejamos esos intereses más caro nos resulta. Alguien —generalmente el consumidor— tiene que pagar el costo. El resultado es que el estándar del bienestar animal es muy bajo; incluso los productos supuestamente de “alto bienestar” implican una forma de trato a los no humanos que, si fueran humanos quienes lo recibieran, sería considerado tortura.
Sin importar cuán supuestamente “humanitario” fuera el trato a un animal, seguiría siendo explotado y matado para propósitos que no consideraríamos aceptables para seres humanos, lo cual es moralmente injustificable a nuestro modo de ver. La única forma de reconocer personalidad moral a los animales es reconociéndoles el derecho a no ser propiedad —y esto significa la abolición de la explotación animal.
Anna Charlton & Gary L. Francione
Artículo original en inglés: