¿Los seres humanos no sintientes, como aquellos que tienen muerte cerebral irreversible, tienen derecho de no ser tratados como cosas?

Si un ser humano es realmente no-sintiente o no-consciente y no recuperará la consciencia de nada- entonces, por definición, no puede tener interés en no sufrir (o en cualquier otra cosa). En tal situación, un argumento convincente podría ser que es moralmente aceptable usar los órganos de un humano para salvar a otros, y es una práctica común hacerlo si el humano ha aceptado previamente donar sus órganos o si la familia consiente.

Por supuesto, deberíamos preocuparnos por saber si el ser humano aparentemente con muerte cerebral realmente no tiene ninguna actividad cognitiva. También debemos ser sensibles a las preocupaciones de aquellos relacionados con el humano en estado de coma; pueden oponerse a su uso instrumental por varias razones, como la oposición religiosa al trasplante de órganos. Pero los seres humanos que realmente tienen muerte cerebral irreversible, en realidad, no son diferentes de las plantas; están vivos, pero no son conscientes y no tienen intereses que proteger. Otorgarles a estos humanos el derecho básico a no ser tratado como recurso de los demás no tiene sentido.

¿Donde pones la línea que separa quiénes pueden tener derechos y quiénes no? ¿Tienen derechos los insectos?

Pongo la línea en la sintiencia porque, como he argumentado, los seres sintientes tienen intereses y la posesión de intereses es la condición necesaria y suficiente para pertenecer a la comunidad moral. ¿Los insectos son inteligentes? ¿Son seres conscientes con mentes que experimentan dolor y placer? No lo sé. Pero el hecho de que no sepa exactamente dónde trazar la línea, o que pueda encontrar dificil saber dónde trazarla, no me exime de la obligación de trazar la línea en algún lado ni me permite usar a los animales como me plazca. Aunque no sé si los insectos son conscientes, sé que las vacas, los cerdos, los pollos, los chimpancés, los caballos, los ciervos, los perros, los gatos y los ratones son sintientes. Ahora se acepta ampliamente que los peces son sintientes. Entonces, el hecho de que no sepa en qué lado de la línea colocar a los insectos no me libera de mi obligación moral con los animales que sí sé que son sintientes.

En general, esta pregunta pretende demostrar que si no sabemos dónde trazar la línea de la moralidad, o que si el trazado de la línea es difícil, entonces no debemos trazar la línea en ningún lado. Esta forma de razonamiento no es válida. Considera el siguiente ejemplo. Existe un gran desacuerdo sobre el contenido y el alcance de los derechos humanos. Algunas personas argumentan que el cuidado de la salud y la educación son derechos fundamentales que un gobierno civilizado debería proporcionar a todo el mundo; algunas personas argumentan que el cuidado de la salud y la educación son productos como cualquier otro y no una cuestión de derechos y que la gente debe pagar por ellos. Pero todas/os, sospecho, estamos de acuerdo en que independientemente de nuestros desacuerdos sobre los derechos humanos, sin importar cuán inseguros estemos sobre dónde trazar la línea, sin duda estamos de acuerdo, por ejemplo, en que el genocidio es moralmente incorrecto. No decimos que sea moralmente aceptable matar a poblaciones enteras porque no estemos de acuerdo en si los humanos tienen derecho a la atención médica o no. Del mismo modo, nuestra incertidumbre o desacuerdo con respecto a la sintiencia de las hormigas no legitima que ignoremos los intereses de los chimpancés, vacas, cerdos, pollos y otros animales que sabemos que sí son sintientes.

Hitler era vegetariano; ¿Qué dice eso sobre las personas vegetarianas?

No dice nada más que el hecho de que algunas personas malvadas también pueden ser vegetarianas. La pregunta en sí está basada en un silogismo inválido: Hitler era vegetariano; Hitler era malvado; por lo tanto, los vegetarianos son malvados. Stalin comió carne y no era un ángel. Fue responsable de la muerte de millones de personas inocentes. ¿Qué dice eso sobre las personas que comen carne? Del mismo modo que no podemos concluir que todas las personas que comen carne tienen algo en común con Stalin más allá del consumo de carne, no podemos concluir que todas las vegetarianas tienen algo en común con Hitler más allá del vegetarianismo. Además, no es seguro que Hitler fuera realmente vegetariano. Y, en cualquier caso, el interés nazi en reducir el consumo de carne no existía porque se preocupasen por el estatus moral de los animales, sino que reflejaba su preocupación por la salud y curación orgánica y por la evitación de ingredientes artificiales en alimentos y productos farmacéuticos, preocupación que estaba vinculada a sus objetivos nazis de “higiene racial”.

Otra versión de esta pregunta es que, dado que los nazis también favorecieron los derechos de los animales, ¿significa esto que los derechos de los animales como teoría moral es pobre e intenta devaluar a los humanos? Una vez más, la pregunta es absurda. En primer lugar, se basa en un error fáctico. Los nazis no estaban a favor de los derechos de los animales. Las leyes de bienestar animal en Alemania restringieron la vivisección hasta cierto punto, pero bajo ningún concepto reflejaban ninguna preferencia social por abolir el estatus de propiedad de los animales. Después de todo, los nazis asesinaron con toda tranquilidad a millones de humanos y animales en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, un comportamiento que no es compatible con una posición de derechos humanos o de otro tipo. No es más correcto decir que los nazis apoyaron los derechos de los animales que decir que los estadounidenses apoyan los derechos de los animales porque tenemos una Ley federal de bienestar animal.

Pero, ¿y si, en contra de los hechos, los nazis defendieran la abolición de toda explotación animal? ¿Qué diría eso sobre la idea de los derechos de los animales? La respuesta es absolutamente clara: no diría nada sobre si la posición de los derechos de los animales es correcta o incorrecta. Esa pregunta puede resolverse solo si los argumentos morales a favor de los derechos de los animales son válidos o no. Los nazis también favorecieron fuertemente el matrimonio. ¿Eso significa que el matrimonio es una institución intrínsecamente inmoral? Los nazis también creían que los deportes eran esenciales para el desarrollo de un carácter fuerte. ¿Significa esto que los deportes competitivos son inherentemente inmorales? Jesucristo predicó que había que compartir los recursos de manera equitativa. Gandhi promovió un mensaje similar, como lo hizo Stalin. Pero Stalin también devaluó a los seres humanos. ¿Podemos concluir que la idea de una distribución de recursos más equitativa tiene algún defecto moral inherente que contamina a Jesús o Gandhi? No, claro que no. No devaluamos más la vida humana si concedemos valor moral a los intereses de los animales de lo que devaluamos las vidas de los humanos sin trastorno mental severo cuando damos valor a ciertos humanos con trastorno mental severo y prohibimos su uso en experimentos.

Al equiparar el especismo con el racismo y el sexismo, ¿no equiparas a los animales, a las personas negras y a las mujeres?

No. El racismo, el sexismo, el especismo y otras formas de discriminación son todas análogas en cuanto a que todas comparten la noción errónea de que algunas características moralmente irrelevantes (raza, sexo, especie) pueden usarse para excluir a seres con intereses de la comunidad moral o para subestimar sus intereses violando de manera explícita del principio de igual consideración. Por ejemplo, el especismo y la esclavitud humana son similares en que, en todos los casos, los animales y los esclavos humanos tienen el interés básico en no ser tratados como cosas y, sin embargo, son tratados como cosas en base a variables moralmente irrelevantes. Negar a los animales este derecho básico simplemente porque son animales es como decir que no debemos abolir la esclavitud basada en la raza debido a la percepción de inferioridad de la raza de las personas esclavas. El argumento utilizado para apoyar la esclavitud y el argumento utilizado para apoyar la explotación animal son estructuralmente similares: excluimos seres con intereses de la comunidad moral porque hay una supuesta diferencia entre “ellos” y “nosotros” que justifica la no-inclusión de estos seres en la comunidad moral. La posición de los derechos de los animales sostiene que, si creemos que los animales tienen valor moral, el principio de igual consideración requiere que dejemos de tratarlos como cosas.

Una pregunta relacionada que surge a menudo en este contexto es si el especismo es “tan malo” como el racismo o el sexismo u otras formas de discriminación. Como cuestión general, no es útil hacer rankings con los males. ¿Fue “peor” que Hitler asesinase a judíos o que matase a católicos y gitanos? ¿Es la esclavitud “peor” que el genocidio? ¿Es la esclavitud no basada en la raza “peor” que la esclavitud basada en la raza? ¿Es el sexismo “peor” que la esclavitud y el genocidio, o es “peor” que la esclavitud, pero no peor que el genocidio? Francamente, ni siquiera estoy seguro de lo que significan estas preguntas, pero sospecho que las personas que las consideran asumen implícitamente que un grupo es “mejor” que otro. En cualquier caso, estas formas de discriminación son todas terribles, y son terribles de diferentes maneras. Pero todas comparten una cosa en común: todas tratan a los seres humanos como cosas sin intereses protegibles. En este sentido, todas estas formas de discriminación, tan diferentes como son, son similares al especismo, que tiene como resultado que tratemos a los animales como cosas.

Finalmente, hay quienes argumentan que al decir que algunos animales tienen mayor capacidad cognitiva que algunos seres humanos, como los severamente retrasados ​​o los extremadamente seniles, estamos equiparando esos humanos con animales y caracterizándolos de una manera irrespetuosa. Una vez más, esto pasa por alto el argumento de los derechos de los animales. Durante siglos, hemos justificado nuestro uso de los animales como recursos porque supuestamente carecen de alguna característica que nosotras/os tenemos. Pero algunos animales tienen una característica “especial” en mayor grado que algunos de nosotros y algunos humanos no tenemos esa característica en absoluto. El punto es que, aunque una característica particular puede ser útil para algunos propósitos, la única característica que se requiere para tener valor moral es la sintiencia. No tratamos ni deberíamos tratar a los humanos con alguna discapacitad como recursos de otros humanos. Y, si realmente creemos que los animales tienen intereses moralmente significativos, entonces debemos aplicar el principio de igual consideración y no tratarlos como recursos. El argumento de los derechos de los animales no disminuye el respeto por la vida humana, sino que aumenta el respeto por la vida.

Si no hubiésemos explotado a los animales, no tendríamos la sociedad que tenemos. ¿Este hecho no prueva que el uso de los animales está moralmente justificado?

No. En primer lugar, la pregunta supone que no habríamos ideado alternativas al uso de animales si eso hubiese sido necesario debido a que los animales no humanos no hubiesen estado disponibles o porque hubiésemos tomado la decisión moral de no explotarlos como recursos. En segundo lugar, incluso si el uso de los animales fuese necesario para la sociedad tal como la conocemos actualmente, podría hacerse el mismo argumento con respecto a cualquier actividad humana. Por ejemplo, sin guerras, sin patriarcado y sin otras formas de violencia y explotación, no tendríamos la sociedad que tenemos. El hecho de que una determinada actividad fuese un medio necesario para lo que algunos consideran un fin deseable no prueba que los medios estuviesen moralmente justificados. Los estadounidenses actuales no disfrutarían del nivel de prosperidad del que ahora disfrutan si no fuera por la esclavitud humana; eso no significa que la esclavitud fuese una práctica moralmente aceptable. Tercero, existe al menos un argumento de que nuestra sociedad actual, con su violencia, contaminación, distribución inequitativa de recursos y diversas formas de injusticia, es un fin menos deseable de lo que algunas personas piensan, y que no deberíamos estar tan ansiosos por respaldar los medios que nos llevaron a donde estamos hoy.

¿No es el uso humano de los animales una “tradición” o “natural” y, por lo tanto, moralmente justificable?

Toda forma de discriminación en la historia de la humanidad ha sido defendida como “tradicional”. El sexismo se justifica rutinariamente diciendo que es tradicional que las mujeres estén subordinadas a los hombres: “El lugar de una mujer está en el hogar”. La esclavitud humana ha sido una tradición en la mayoría de las culturas en algunos momentos. El hecho de que algún comportamiento pueda describirse como tradicional no tiene nada que ver con si el comportamiento es o no es moralmente aceptable.

Además de hablar de la tradición, algunos caracterizan nuestro uso de los animales como “natural” y, entonces, dicen que es moralmente aceptable. Nuevamente, describir algo como algo natural no nos dice nada sobre la moralidad de la práctica. En primer lugar, casi todas las formas de discriminación que se practican han sido descritas como naturales y tradicionales. Las dos nociones a menudo se usan indistintamente. Hemos justificado la esclavitud humana como una jerarquía natural de esclavistas y esclavos. Hemos justificado que el sexismo representa la superioridad natural de los hombres sobre las mujeres. Además, es un poco extraño describir nuestra mercantilización moderna de los animales como algo natural en cualquier sentido de la palabra. Hemos creado procedimientos agrícolas y entornos totalmente antinaturales para maximizar los beneficios. Hacemos experimentos extraños en los que trasplantamos genes y órganos de animales a humanos y viceversa. Ahora estamos clonando animales. Nada de esto puede describirse como natural. Las etiquetas “natural” y “tradicional” son solo eso: etiquetas. No son razones. Si una persona defiende la imposición de dolor y sufrimiento a un animal en función de lo que es natural o tradicional, generalmente significa que no puede justificar su conducta.

Una variante de esta pregunta se centra en las tradiciones de grupos particulares. Por ejemplo, en mayo de 1999, la tribu Makah del estado de Washington mató a su primera ballena gris en más de setenta años. La matanza, que se hizo con arpones de acero, cañones anticarro, municiones perforantes, chaseres motorizados y una subvención de $ 310,000 del gobierno federal. Se defendió con el argumento de que la caza de ballenas era una tradición Makah, pero el mismo argumento podría utilizarse (y se utiliza) para defender las mutilaciones del clítoris en África y la quema de novias en la India. El problema no es si la conducta es parte de una cultura; toda conducta es parte de alguna cultura. El problema es si la conducta puede justificarse moralmente o no.

Finalmente, algunos argumentan que, dado que los animales no humanos comen a otros no humanos en la naturaleza, nuestro uso de los animales es natural. Hay cuatro respuestas a esta posición. Primero, aunque algunos animales se comen entre sí en la naturaleza, muchos no lo hacen. Muchos animales sólo comen vegetales. Además, hay mucha más cooperación en la naturaleza de lo que nuestra imaginada “crueldad de la naturaleza” nos hace creer. En segundo lugar, si los animales se comen otros animales es irrelevante. ¿De qué manera podría ser relevante que los animales coman a otros animales? Algunos animales son carnívoros y no pueden existir sin comer carne. No es nuestro caso; nosotras/os podemos vivir bien sin comer carne ni productos de origen animal, y cada vez más personas están afirmando que nuestra salud y nuestro medio ambiente se beneficiarían al alejarse de una dieta con productos de origen animal. En tercer lugar, los animales hacen todo tipo de cosas que los humanos no consideramos moralmente apropiadas. Por ejemplo, los perros copulan y defecan en la calle. ¿Eso significa que debemos seguir su ejemplo? En cuarto lugar, es interesante que cuando nos conviene hacerlo, intentamos justificar nuestra explotación de los animales descansando en nuestra supuesta “superioridad”, y cuando nuestra supuesta “superioridad” se interpone en el camino de lo que queremos hacer, de repente nos retratamos a nosotros mismos como nada más que otra especie de animal salvaje, con el mismo derecho que los zorros a comer gallinas.

Si estás a favor de abolir el uso de los animales como recursos humanos, ¿no te importan más los animales que los humanos con enfermedades que podrían curarse mediante la investigación con animales?

No, claro que no. Esta pregunta es lógica y moralmente indistinguible de preguntar si quienes defendían la abolición de la esclavitud humana se preocupaban menos por el bienestar de quienes se podían arruinar economicamente si se abolía la esclavitud que por las personas esclavas.

El problema no es quién nos importa o a quién valoramos más; la pregunta es si es moralmente justificable tratar a seres sintientes -humanos o no humanos- como mercancías o exclusivamente como medios para los fines de los demás. Por ejemplo, generalmente no creemos que debamos utilizar a ningún ser humano como sujeto forzado en experimentos biomédicos, aunque obtendríamos datos mucho mejores sobre las enfermedades humanas si usáramos a humanos en lugar de usar a animales en experimentos. Después de todo, la aplicación al contexto humano de datos de experimentos con animales -suponiendo que los datos en animales sean relevantes- requiere a menudo una extrapolación difícil y siempre imprecisa. Podríamos evitar estas dificultades usando a humanos, lo que eliminaría la necesidad de la extrapolación. Pero no lo hacemos porque, a pesar de que podemos estar en desacuerdo sobre muchas cuestiones morales, la mayoría de nosotras/os estamos de acuerdo en que el uso de seres humanos como sujetos experimentales involuntarios se descarta como una opción desde el principio. Nadie sugiere que nos preocupemos más por los que no estamos dispuestos a usar como sujetos experimentales que por los demás que se beneficiarían de ese uso.

¿La posesión de animales de compañia viola el derecho básico de los animales a no ser considerados cosas?

Sí. Los animales de compañia son nuestra propiedad. Perros, gatos, hamsters, conejos y otros animales son producidos en masa como pernos en una fábrica o, en el caso de aves y animales exóticos, son capturados en la naturaleza y transportados largas distancias, viaje durante el cual muchos de ellos mueren. Los animales de compañia se comercializan exactamente de la misma manera que otras mercancías. Aunque algunos de nosotros podemos tratar bien a nuestros animales de compañía, muchos de nosotros los tratamos mal. En los Estados Unidos, la mayoría de los perros pasan menos de dos años en una casa antes de ser abandonados en una perrera o transferidos a un nuevo propietario; más del 70 por ciento de las personas que adoptan animales los regalan, los llevan a refugios o los abandonan. Todos conocemos historias de terror sobre perros del vecindario con cadenas cortas que pasan la mayor parte de sus vidas solos. Nuestras ciudades están llenas de gatos callejeros y perros que viven vidas miserables y se mueren de hambre o se congelan, enferman o son atormentados por humanos. Algunas personas que dicen amar a sus animales de compañía los mutilan sin sentido haciéndoles cortar las orejas, sus colas o arrancándoles sus garras para que no arañen los muebles.

Puedes tratar a tu animal de compañia como a un miembro de tu familia y, de hecho, puedes otorgarle valor inherente o el derecho básico a no ser tratado como tu recurso. Pero el trato que le estás dando a tu animal realmente significa que consideras que tu propiedad animal tiene un valor superior al de mercado; si decidieras cambiar de opinión y administrar palizas diarias y severas a tu perro con fines disciplinarios, o no alimentar a tu gato para que esté más motivado para atrapar a los ratones en el sótano de tu tienda, o matar a tu animal porque ya no deseas el gasto financiero que te supone, tu decisión estaría protegida por la ley. Eres libre de valorar a tu propiedad como te parezca. Puedes decidir pulir tu automóvil con frecuencia o puedes dejarlo bajo mínimos. Es tu decisión. Siempre que proporciones el mantenimiento mínimo a tu automóvil para que pueda pasar la inspección, cualquier otra decisión que tomes con respecto al vehículo, incluida tu decisión de dárselo a un vendedor de chatarra, es cosa tuya. Siempre y cuando le proporciones alimentos, agua y refugio mínimos a tu animal, cualquier otra decisión que tomes, aparte de torturar al animal sin motivo alguno, es asunto tuyo, incluida tu decisión de dejarlo en el refugio local (donde muchos animales son matados o vendidos para investigación) o en un veterinario dispuesto a matarlo.

Los derechos fueron ideados por el ser humano. ¿Cómo pueden ser aplicables a los animales?

Así como el estatus moral de un ser humano o animal no está determinado por quién hizo que el ser humano o el animal viniera a la existencia, la aplicación de un concepto moral no está determinada por quién lo ideó. Si los beneficios morales fueran solo para quienes diseñan los conceptos morales, entonces la mayoría de la humanidad seguiría estando fuera de la comunidad moral. Los conceptos de derecho, tal y como los entendemos actualmente, se concibieron como una forma de proteger los intereses de los adinerados terratenientes blancos; de hecho, la mayoría de los conceptos morales fueron ideados históricamente por hombres privilegiados para beneficiar a otros hombres privilegiados. Con el paso del tiempo, reconocimos que el principio de la igual consideración requería que tratásemos casos similares de una manera similar y posteriormente ampliamos los derechos (y otros beneficios morales) a otros seres humanos. En particular, el principio de igual consideración requiere que consideremos como moralmente odioso la posesión de humanos por parte de otros humanos. Si aplicamos el principio de igual consideración a los animales, entonces debemos extender a los animales el derecho a no ser tratados como un recurso.

Es irrelevante si los animales idearon los derechos o incluso si pueden entender el concepto de derechos o no. No exigimos que los humanos sean ideadores potenciales de derechos o que comprendan el concepto de derecho para ser beneficiarios de ellos. Por ejemplo, un ser humano con un retraso mental severo puede no tener la capacidad de comprender qué es un derecho, pero eso no significa que no debamos otorgarle la protección de al menos el derecho básico de no ser tratado como recurso de otros.

Los animales domésticos, como las vacas, los cerdos y las ratas de laboratorio no existirían si no fuera porque los hemos criado en primer lugar para nuestros propósitos. Entonces, ¿no es cierto que somos libres de tratarlos como nuestros recursos?

No. El hecho de que en cierto sentido somos responsables de la existencia de un ser no nos da derecho a tratar ese ser como nuestro recurso. Si eso fuese así, entonces podríamos tratar a nuestros hijos como recursos. Después de todo, no existirían si no fuera por nuestras acciones, desde la decisión de concebir hasta la decisión de no abortar. Y a pesar de que se nos concede cierta discreción sobre cómo tratamos a nuestros hijos, existen límites: no podemos tratarlos como hacemos con los animales. No podemos esclavizarlos, venderlos para prostitución o vender sus órganos. No podemos matarlos. De hecho, es una norma cultural que criar a un niño crea obligaciones morales al padre y a la madre de cuidar de su hijo/a y no explotarla/o.

Cabe señalar que una de las supuestas justificaciones para la esclavitud humana en los Estados Unidos fue que muchas de las personas que fueron esclavizadas no habrían existido en primer lugar si no hubiera sido por la institución de la esclavitud. Los esclavos originales que fueron traídos a los Estados Unidos fueron forzados a procrear y sus hijos fueron considerados propiedad. Aunque tal argumento nos parece absurdo ahora, demuestra que no podemos asumir la legitimidad de la institución de la propiedad -de seres humanos o animales- y luego preguntar si es aceptable tratar la propiedad como propiedad. La respuesta está predeterminada. En lugar de eso, primero debemos preguntarnos si la institución de la propiedad animal (o humana) puede estar moralmente justificada.